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Como cada año, la mansión victoriana sobre la que está construido el actual Instituto de Guardo celebra una fiesta de disfraces con las personalidades más prominentes de la alta sociedad guardense para celebrar el fin de la temporada invernal.
La fiesta comenzó al atardecer del día 14 de marzo, sus anfitriones, Julio Cesar y Simone de Beauvoir agasajaron a sus invitados con todo tipo de viandas y refrescos. La fiesta se animó cuando la agrupación musical del condado comenzó a tocar canciones y los invitados empezaron a agruparse en la pista de baile. Todos los salones de la mansión estaban muy concurridos. Llegó un momento en que apenas se podía respirar y para ventilar se abrieron los grandes ventanales que daban a los jardines. Algunos grupos de invitados salieron a pasear y a refrescarse por los extensos jardines primorosamente cuidados por el personal de mantenimiento de la mansión. Se podían oír las risas y vislumbrar las siluetas de los disfraces a la luz de la luna. Otros invitados optaron por acudir al famoso invernadero del anfitrión. Era bien sabido que Julio Cesar además de cuidar plantas, escribía y leía abundante literatura sobre los clásicos además de su inconfesable gusto por los juegos recreativos. Así que, aquel invernadero estaba dispuesto como un importante centro del saber.
La fiesta fue un éxito total. A la mañana siguiente todas las crónicas sociales alabaron el buen gusto de los anfitriones y la exquisita fiesta de disfraces.
Mientras tanto, en la mansión algunos empleados de la limpieza comenzaron a recoger y limpiar los restos de la velada. Cuando llegaron al invernadero, observaron que allí la fiesta se había desmadrado un poco, había libros y restos de vajilla esparcidos por el suelo junto a una persona que por su disfraz parecía Julio Cesar. En un primer momento, los limpiadores pensaron que Julio Cesar estaba durmiendo ya que las comidillas decían que había bebido bastante durante la fiesta, pero cuando se acercaron vieron que no estaba dormido, sino muerto.
La noticia revolucionó la mansión y se envió un mensaje a todas las instituciones del condado responsables de mantener la seguridad y orden. Con tanta suerte, que esos días un miembro externo de Scotland Yard estaba de Erasmus y se ofreció voluntario para investigar el asesinato. Su nombre, Sherlock Holmes, el resto es historia.
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