Entrevista a María Moliner
Entrevista a María Moliner
María Moliner
Acabamos de
localizar a doña María Moliner por los pasillos del instituto. Camina distraída,
con dos grandes libros negros bajo el brazo, pensando en alguna palabra nueva
que ha escuchado a algún alumno sin tener claro si incorporarla al diccionario
que ha ocupado gran parte de su vida. Nos atiende con amabilidad pero con esa
seriedad de adulto que impone un poco.
Buenos
días, doña María. ¿Sería usted tan amable de contestarnos a unas preguntitas?
Lo haré
encantada, pero tengo poco tiempo. Debo estudiar 17 palabras nuevas que he
escuchado hoy, aunque mucho me temo que se trata de extranjerismos y “MI”
diccionario ha velado siempre por cuidar de la pureza de la lengua de
Cervantes.
Vayamos al
grano. ¿Usted acudió a la fiesta celebrada en el invernadero, verdad?
Pues sí. Me di
una vueltecita por allí y charlé con algunas amigas científicas y arquitectas.
Además de jovencitos alocados e impertinentes también había personas
interesantes.
Usted es una
de las sospechosas del asesinato. Tenía algún motivo para “cargarse” a Julio
César?
¡Ya sabía yo que
la fiestecita de marras me traería problemas! Veinte años sin salir de casa,
cosiendo calcetines y trabajando en el diccionario y salgo un día y me
convierto en sospechosa de asesinato. ¿”Cargarse” has dicho? ¿Pero qué clase de
palabra es esa? ¿Es que vuestra profesora de lengua no os enseña a expresaros
con propiedad?
Uy, a nuestra
profe de lengua hasta de vez en cuando se le escapa algún taco y dice que en el
momento adecuado son herramientas de la lengua muy eficaces
¿Un taco has
dicho? ¡Válgame Dios! En mi Diccionario nunca ha aparecido, ni aparecerá jamás
un taco.
Bueno, doña
María, que nos estamos desviando un poco del tema. Le habíamos preguntado si
tenía algún motivo para asesinar a Julio César.
Menudo mequetrefe.
Se piensa que por andar por ahí con su traje de emperador es alguien
importante. Le vi tomándose un té en el invernadero mientras contaba batallitas
a un grupo de mujeres que le miraban embelesadas. Los hombres siempre se han
creído que son más que nosotras…igual que los académicos…
Se la nota a
usted un pelín resentida con los académicos ¿No tendrá eso que ver con que no
le admitieran en la RAE?
¡Pamplinas! Yo
nunca quise pertenecer a ese grupo de carcamales pretenciosos. El futuro se
encargará de reconocer mi labor en pro de la lengua española y su uso.
¿Quiénes eran
las mujeres que le acompañaban a Julio César tomándose el té?
Pues no presté
mucha atención, yo iba paseando y charlando con Emily Warren. Otra gran mujer
poco valorada.
No la molestamos más, doña María. Que pase usted buena tarde.
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